Cuando de repente sabes que estás sola, simplemente sola.
Rodeada de gente pero sola. Sin ESA complicidad... ¿que existió? Ya no sé si en
algún momento fue, o lo imaginé. ¿Le di entidad de realidad? Puede ser. Quizás
nunca estuviste ahí. Ahí donde quería, donde esperaba, donde necesitaba. Así la
ilusión, se desmoronó. La realidad fuerte golpeó, y me noqueó. Sin ver estuve,
por una razón. No quise. No quise que tu aroma se fuera de mi lado. Que tu voz
no resonara en mis paredes. Que tu alegría abandonara mi jardín. No quise ver
que poco a poco, lento y seguro, yo me dejaba, mi voz se apagaba hasta llegar a
un “para qué hablar”, y mi tristeza invadía como plaga difícil de matar. Llegó
el momento de decidir, si tu imagen de vos, o yo.
¿Cómo es posible que fuera tan difícil esa elección? Pensarlo
sólo me hace creer en una suerte de embrujo, que me dominó. No entendía de tiempo
y mucho menos de razón. ¿Para que armarte si me estaba perdiendo en vos?
Ahora tu recuerdo me atormenta y a su vez me hace sonreír. Difícil
dicotomía que forma nuestra unidad, pero de eso estamos hechos, de bien y de
mal. Solo que ahora elijo mi paz. Soltar y brillar. O intentar. Te deseo
suerte, y más que suerte, porque fuiste lo mejor, pero también fuiste lo peor. Aún así quiero saber que sos esa parte de vos, que no resignó su alegría y su humor. Basta de egoísmos, dramas y celos sin razón, si
vinimos a ser felices bajo el sol.
0 comentarios:
Publicar un comentario